miércoles, 12 de octubre de 2022
Ulster, acuerdos de paz, guerra sucia, cosas de familia
Bloodlands.
A pesar de los años transcurridos desde los acuerdos de paz, las heridas por las desapariciones siguen abiertas. Antiguos militantes de los dos bandos, policías en activo, familiares rabiosos actuando por libre…el ojo por ojo como justificación de otros intereses sin confesar. Muchas líneas abiertas para la temporada 2 con el protagonismo de un policía hastiado, acosado por demonios que lo han perseguido desde la muerte de su esposa hace 22 años
Jane Coyle escribió en The Irish Times que el escritor Chris Brandon, creció en el pueblo de Strangford y conoce la tierra en la que se ambienta la serie. Jed Mercurio es productor ejecutivo de la serie y creador de Line of Duty y Bodyguard.
La serie comienza con un gran vehículo negro que acaba de ser sacado del agua, la sargento Niamh, le reproduce al inspector Tom Brannick un mensaje grabado utilizando un nombre de los años 90 en clave paramilitar leal. Y una postal de grúas amarillas. Esta imagen lo transporta a un caso sin resolver, que muchas autoridades preferirían ver encerrado permanentemente en un congelador.
La serie se sitúa firmemente en el presente, en la llamada “nueva Irlanda del Norte”, donde existe un tipo diferente de escepticismo hacia la policía y donde los ex¬paramilitares se ven atrapados en los turbios mundos del crimen organizado. Chris Brandon dice “Las organizaciones que se han acostumbrado a una actividad de repente descubren que esa actividad es menos relevante, por lo que se involucran en una actividad paralela”. También se hacen preguntas difíciles sobre la estrategia y el precio de la paz, los acuerdos y compromisos. ¿Fue una guerra sucia pero también es una paz sucia?, Con las debidas adaptaciones se puede aprovechar un autentico tutorial sobre como cargarle a tu jefe unos muertos que no son suyos aunque se lo merece.
En el mismo espacio, época y conflicto, con unos márgenes más delimitados entre los bandos, Adrian McKinty creó Sean Duffy, policía norirlandés, ilustrado en un club de patanes, al que los católicos quieren matar por ser policía y los protestantes por ser católico
Los presos del IRA están en huelga de hambre. Ambiente de extrema violencia. Las sobrepasadas fuerzas del orden achacan un muerto con la mano amputada a un ajuste de cuentas entre paramilitares unionistas y lealistas. Pero aparece otro cadáver en condiciones similares revelándose que eran homosexuales y vinculados al IRA. En una Irlanda que persigue con cárcel la homosexualidad. A lo que se añade el aparente suicidio de la ex mujer de un dirigente republicano.
Un torso humano aparece en una maleta abandonada. Ha estado congelado, un tatuaje incompleto y una vieja cicatriz de metralla son lo único que lo pueden identificar. La víctima murió por un veneno casero y procede de una planta tropical desconocida en Irlanda. Pero aparecen unas señas en la maleta: las de un oficial de las fuerzas de seguridad recientemente asesinado.
38 militantes del IRA se han escapado de la cárcel y entre los fugitivos está Dermot McCann, un experto en explosivos formado en Libia. Sean Duffy fue compañero de clase de McCann por lo que el MI5 le ordena localizarlo antes de que empiece a sembrar el terror. Pero nadie sabe dónde se esconde. Tras una serie de turbios incidentes, la exsuegra de McCann promete ayudar a Duffy, pero sólo si resuelve el enigma de la muerte de una de sus hijas, cuatro años antes, aparentemente de forma accidental en un pub cerrado por dentro.
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